Tu alma errante, que se cruzó con la mía.
Ambas perdidas, desprovistas de amor,
ambas buscando sin saber qué.
Atravesada la tuya por la espada brillante y cruel,
envenenada la mía por falso saber.
Curadas ambas de lo malo,
Se comprenden aliadas.
Incolora la tuya,
insabora la mía.
Y luego los rayos del sol
que ya amanece tras la noche llorosa.
Atravesados ahora ambos por la luz,
ahora iguales los dos. Ahora solo los dos.
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