martes, 16 de abril de 2013

Vivir ( 1er intento )

Nacer, crecer, reproducirse, morir. Vivir. Cuan desagradable las ganas de vivir, pues indaga en la última fase, que es la única certeza, que si todo lo anterior transcurre al igual que el juego de la gallinita ciega, el final es certero.

Todos mueren, chicos, grandes, bebés, ancianos, niños, adultos, hijos, padres, familiares, amigos, conocidos, desconocidos, célebres y no célebres, ricos pobres, ambiciosos, desamparados, como animales que somos y seres vivos que nacemos, morimos. 

El hombre, que se cree firme en sus convicciones y cada paso avanzado es un paso recorrido sobre una tilitante cuerda tan fina como el hilo, tan delicada como un pétalo, de fácil desquebrajación, de terrible caída. Como el malabarista que no mira abajo, y aunque mire no se puede saber qué hay, la penumbra y la niebla lo envuelve todo ya enroscando la cuerda. 

Miramos adelante, que ya es bastante, y no abajo preocupándonos de qué hay. Mira el reloj, el tiempo pasa y sigues vivo; un segundo, un minuto, una hora. Tu corazón palpita, tu sangre circula, tus piernas caminan, tus brazos articulan, tu boca habla, tus ojos ven, tus oídos escuchan, tu nariz respira, tu mente piensa, estás vivo.

Pero tan tapiado es el porvenir, tan delicada como una nota de violín es la pisada siguiente, tan martilizante y a la vez tan bello como la bailarina de ballet que se sostiene sobre los dedos de sus pies, tan voluble lo que hay tras la penumbra, que nunca sabes cuando entrarás en la boca del lobo, nunca sabes cuando tu salto fallarás como iniciante tropecista, y sin red alguna que tu vuelo de ángel caído detenga caerás al vacío infinito, serás el cubo del pozo cuya cuerda cortaron con el secreto guardado en un simple paño. 

¿ Quién sabe ? Tal vez este juego termine pronto y la venda en nuestros ojos caiga. Dentro de un año, dentro de un mes, de una semana, de un día, una hora, un minuto, un segundo, ya... O quizás en 60 años. 

Nos libera la idea de que hasta dentro de 60 años no va a suceder nada, nos creemos especiales y nunca paramos a pensar en en que como la lotería, un día sin avisar nos puede llamar la parka a la puerta, sin preguntar. Pero cuando pasen esos 60 años, si es que antes no te has vuelto un regalo pálido rodeado de flores y arañas, desprendiendo el olor de la naturaleza muerta al dormir, estarán en esa situación, en esa incertidumbre, en ese mar de sus lágrimas brotantes nacido sin fondo alguno, ahogándote más a cada instante que transcurre sumida tu mente en tal pensamiento. 

Y habremos pasado nuestra vida vivitos y coleantes, sin molestarnos en preguntas sin respuesta, creyendo a ciegas como enamorados de la vida, de la mentira que se viste de noche y brilla con ese cuarto creciente del gato.

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